Carlo Ginzburg recuerda a Marc Bloch

El Académico correspondiente en Italia Dr. Carlo Ginzburg, nos ha enviado un breve texto que aquí publicamos en recuerdo de los 80 años de la muerte de Marc Bloch y de los 100 años de la publicación del libro Les Rois thaumaturges.


Carlo Ginzburg

Releer Marc Bloch, hoy

1.

La obra y la figura de Marc Bloch están hoy, ochenta años después de su heroica muerte, más vivas que nunca. Quien esto escribe le debe a él – más precisamente, al encuentro, hecho a la edad de veinte años, con Les Rois thaumaturges – la decisión de intentar aprender el oficio de historiador. El descubrimiento de que el poder atribuido a los reyes de Francia e Inglaterra de curar a los enfermos de escrófula – una “anomalía ridícula”, si estudiada aisladamente – fuera capaz de arrojar luz sobre el “carácter sobrenatural atribuido al poder monárquico” en la larga Edad Media, marcó de manera irreversible mi trayectoria de investigación.

De la Apologie pour l’histoire, ou métier d’historien, y de todos los escritos de Bloch, me he nutrido hasta hoy. Y cada vez que los releo descubro algo que me había pasado desapercibido, y que muy a menudo ha condicionado mi trabajo sin que me diera cuenta. Me ha sucedido también ahora, cuando retomé el tercer capítulo de la Apologie, titulado “La crítica”. Lo que me impulsó fue un motivo relacionado con el presente: las fake news. Recordaba que Bloch en su escrito inconcluso había sometido la cuestión de las falsificaciones a un análisis riguroso. Hace muchos años yo había comparado Les Rois thaumaturges con un escrito muy lúcido, entonces olvidado, que Bloch había dedicado a las “fausses nouvelles de la guerre” (la Primera guerra mundial). El poder de curar a los escrofulosos atribuido a los soberanos se había configurado en la mente de Bloch (según mi hipótesis) como una gigantesca “fausse nouvelle” – hoy diríamos, como una gigantesca fake news. Que quede claro: Bloch no quiere proyectar el presente en el pasado. El estudio del pasado se nutre, para él, de preguntas nacidas de la experiencia del presente: pero para ese estudio se sirve de una técnica específica, es decir, la filología.

2.

Recordaba que Bloch había definido el Tratado teológico-político de Spinoza como “esta purísima obra maestra de crítica filológica e histórica”. Pero no recordaba que Bloch

a) había desestimado a los “defensores de la Stilkritik” (la “crítica de estilo”) que frente a “varios diplomas de un soberano medieval, relacionados con asuntos diversos, [que] reproducen las mismas palabras y las mismas formas de expresión” afirman que “los ha redactado un mismo notario”;

b) había recordado los estudios sobre la transmisión de los textos literarios basados en el método de los errores, con una referencia a dos perspectivas muy diferentes, las de Lachmann y dom Quentin, agregando una precisión:

“Sin embargo, dos observaciones, hechas bastante recientemente, han obligado a la crítica textual a retroceder mucho del rigor, casi mecánico, de sus primeras conclusiones. Los copistas corregían a veces su modelo [sigue un ejemplo tomado de Terencio]. Pero hay más. ¿Por qué el copista habría de usar siempre un único modelo? No le estaba prohibido comparar, cuando podía, varios ejemplares, lo mejor que podía, entre sus variantes. Este caso fue ciertamente muy excepcional en la Edad Media…”

No he logrado identificar con certeza las “dos observaciones, hechas bastante recientemente”. Pero en el distanciamiento [de la crítica textual] “del rigor, casi mecánico, de sus primeras conclusiones” me atrevería a atribuir una alusión a la Storia della tradizione e critica del testo de Giorgio Pasquali (1934):

“Es un prejuicio creer que la tradición de los autores antiguos sea siempre mecánica; mecánica es solo donde el amanuense se resigna a no entender. Numerosas épocas y numerosos círculos no se han resignado a dejar el texto tal como lo habían recibido, sino que lo han hecho más claro, adaptado a su propio gusto, embellecido”.

3.

Este testimonio de la pasión de Bloch por la filología, incluso en sus aspectos técnicos, podrá sorprender (ciertamente ha sorprendido a quien escribe). Pero no me parece irrelevante. La filología permitía a Bloch analizar la transmisión de los testimonios y su origen, incluso en un “caso muy excepcional” como el que está en el centro de Les Rois thaumaturges: descifrar los comportamientos de los enfermos de escrófula y revelar la estrategia política detrás del poder de curarlos, atribuido a los soberanos. El capítulo “La crítica” de la Apologie pour l’histoire se cierra con palabras decididamente actuales:

“Es un escándalo que, en nuestra época, más que nunca expuesta a las toxinas de la mentira y del falso rumor, el método crítico no figure aunque sea en el más pequeño rincón de los programas de enseñanza, porque ha dejado de ser el humilde auxiliar de algunos trabajos artesanales. De ahora en adelante se abren ante él horizontes mucho más vastos; y la historia tiene el derecho de contar entre sus glorias más seguras, al elaborar su propia técnica: la de haber abierto a los hombres un nuevo camino hacia la verdad y, por lo tanto, hacia la justicia”.